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Participación sin motivos

La Propia Política Sara Lozano

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Participación sin motivos

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La Propia Política Sara Lozano Fuente: Cortesía

La baja participación en las elecciones no es novedad. En la historia reciente de México la mitad de la población no vota. En Nuevo León presumimos de mayor participación, pero más el 40 por ciento de la población se abstiene de votar. Si se quisiera alcanzar una mayoría calificada prácticamente ningún estado lograría el 66 por ciento que se requiere.

Hay muchos estudios sobre la participación ciudadana, se estudia a la población y en las ponencias académicas van y vienen las 4D: Desafección, Desinterés, Desconocimiento y Desconfianza. Podría haber otras D que seguirían confirmando que la gente no tiene interés, no siente apego, no cree o no sabe. Se puede caer en el error de creer que no le importa.

Estos estudios –que no desacredito– aíslan a la persona de su relación con las diversas autoridades y partidos políticos. Algunos amplían la investigación a la participación de forma organizada a través de asociaciones diversas. Parten de la premisa de que el sistema las deja actuar y aun así no se involucran ¿Pero el sistema las deja actuar?

El voto en urnas es el número rey de participación ciudadana, qué más importante que elegir a quien te va a representar para tomar decisiones, para distribuir presupuesto, para ser tomada en cuenta a la hora de hacer los planes, las políticas públicas, las obras ¿Pero se sienten representadas por esa persona que pide su voto? ¿Se siente parte del debate que detona cualquier asunto público por más sencillo o complejo que sea? ¿Le están hablando a la gente esas instituciones públicas, esos y esas candidatas?

Ya no creo que este abstencionismo sea un asunto de cultura cívica en las urnas, creo que es un vicio del sistema, una ceguera de taller de quienes tienen carrera política y van tomando decisiones. En Nuevo León la sociedad civil trabajó más de 15 años hasta que se promulgó la Ley de Participación Ciudadana que entró en vigor en noviembre de 2016. En 2017, ocho personas quisieron hacer una consulta popular y ya hay agenda para consultas en 2019 y 2021. Eso del desinterés, del desapego, del desconocimiento y de la desconfianza no cuadra, más bien habría que poner ojo en esos requisitos que no se alcanzan, en esas votaciones que no le dan legitimidad a quien gana.

Hablando de este último proceso electoral de baja participación, más que analizar por qué la gente no votó, preguntaría por qué no se identificó con algún partido, alguna plataforma de campaña, alguna candidatura o proyecto ¿Por qué nadie soñó que sí, y así, se podía mejorar el lugar donde vive? Qué hizo la gente el 2 junio o por qué lo hizo es el síntoma de lo que no ha hecho el sistema, las instituciones partidistas y los y las candidatas.

Ir a las urnas por un sentido patriótico es tan loable como inútil fue la caída de Juan Escutia. Más allá de la autoreflexión partidista para recuperar la confianza, valdría el apoyo académico a estas instituciones para que se fortalezcan, un estudio sobre lo que están haciendo para que cada día vayan menos personas a votar y lo que podrían hacer para que acuda más gente a las urnas. La ciudadanía tiene muchos motivos para participar, pero no han encontrado a esa institución o persona que los represente.

La autora es Consejera Electoral en el estado de Nuevo León y promotora del cambio cultural a través de la Educación Cívica y la Participación Ciudadana.

Opine usted: saralozanoala@gmail.com

Twitter: @saraloal

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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