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La migración: no habrá reversa

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La migración: no habrá reversa

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OPINIÓN


Bloomberg Businessweek

En la crisis de las relaciones México-EU que se detonó hace algunas semanas, poco se ha hablado del origen del problema: la migración centroamericana que busca llegar a Estados Unidos.

De acuerdo con los datos de Pew Research, de los tres países de los que están llegando masivamente migrantes en los últimos meses, el país centroamericano que tiene más personas en Estados Unidos es El Salvador, con 1.3 millones; le sigue Guatemala, con 950 mil, y en tercer lugar está Honduras, con 640 mil.

Si vemos las cifras en términos del porcentaje de la población del país que representan, encontramos que el 20.3 por ciento de los salvadoreños ya se encuentra en Estados Unidos y es con mucho el país cuya población más ha emigrado.

En el caso de Guatemala, la proporción es mucho más baja, de 5.6 por ciento, y en el de Honduras, es el 6.9 por ciento.

Los registros recientes señalan que el mayor volumen de migrantes centroamericanos que llegan a EU corresponde a Guatemala, pero el país en el que la migración tiene un crecimiento más acelerado es Honduras.

El volumen se explica porque Guatemala tiene más habitantes que Honduras y El Salvador juntos. Y el ritmo de crecimiento en Honduras se explica por la pobreza y la violencia, además de un fuerte deterioro institucional.

Honduras tiene un PIB per cápita de 2 mil 521 dólares y, en Centroamérica, solo Nicaragua es más pobre.

La violencia que se ha desatado en Honduras desde hace ya varios años es la más grave de la región.

Además, se encuentra en una crisis política que algunos consideran podría resolverse a través de un golpe de Estado.

Si a este cuadro le suma usted el discurso de bienvenida a los migrantes que lanzó el gobierno de López Obrador durante el periodo de transición tras ganar las elecciones y durante los primeros meses de su mandato, se explica el disparo de los flujos migratorios.

Si vemos el PIB per cápita de México, observamos que es casi 4 veces superior al de Honduras, y el de Estados Unidos es 25 veces mayor.

Aunque los migrantes de Honduras tengan en EU un ingreso que sea la quinta parte del promedio, sería casi 5 veces mayor al que tienen actualmente.

En otras regiones del mundo, uno de los motores principales de la migración es la persecución política, religiosa o racial.

En las corrientes migratorias que surgen de América Central la razón es predominantemente económica.

De la misma manera que en las primeras décadas del siglo XX millones de europeos emprendieron el largo viaje a Estados Unidos para tratar de alcanzar lo que genéricamente se denominó el “sueño americano”, así los centroamericanos, como hace tiempo fueron los mexicanos, se lanzan a la aventura de llegar a un país que perciben como el más rico del mundo y como una tierra de oportunidades.

Es muy complicado frenar estas corrientes migratorias. Quizás se logren amortiguar haciendo más difícil el ingreso a Estados Unidos o incluso el tránsito de Guatemala a México, pero va a ser muy complicado detenerlas.

Si en el curso de este año se desarrolla un esquema migratorio en el caso de México como el de “tercer país seguro”, que permita que quien quiere pedir asilo en Estados Unidos pueda realizar sus trámites desde México y permanecer en nuestro país mientras se da la resolución a su solicitud, la cantidad de centroamericanos que va a permanecer en el país puede crecer exponencialmente, pues no existe la percepción de que vaya a haber alguna flexibilización en el otorgamiento de visas por parte del gobierno de Estados Unidos.

Este hecho puede generar problemas sociales y un importante cambio en el comportamiento político de los mexicanos frente a los migrantes.

Las encuestas levantadas por El Financiero muestran que a lo largo de esta crisis ha aumentado el rechazo a los migrantes. En los primeros días de junio, un 75 por ciento de los entrevistados señaló que México debía deportar a los centroamericanos que hubieran entrado al país sin documentos y solo un 36 por ciento está de acuerdo con que aquellos que hagan su trámite migratorio para Estados Unidos puedan permanecer en nuestro territorio.

No sería extraño que las corrientes de rechazo a los migrantes crecieran más aún y que al paso del tiempo tuvieran expresión política, como ha ocurrido en otros lugares del mundo.

La visión del gobierno mexicano en el sentido de que la solución de fondo a la migración es la creación de oportunidades de desarrollo y empleo en la región, es absolutamente correcta.

El problema es que la dimensión de las inversiones que se requieren es de tal magnitud que se requeriría un esfuerzo financiero y económico que hoy se ve distante. Y aun en el caso de que sí se realizara, sus efectos en la retención de los migrantes podrían darse solo en el mediano y largo plazos.

El espacio que tiene México es limitado pues no se percibe que el gobierno norteamericano vaya a dar apoyo financiero en proporciones importantes ni a nuestro país ni a Centroamérica, para el propósito específico de impulsar el desarrollo o atender a los migrantes.

Pero al mismo tiempo, la política de disciplina fiscal que hasta ahora ha puesto en práctica el gobierno mexicano tampoco deja mucho margen de maniobra para canalizar recursos propios a esos propósitos que de pronto han aparecido en nuestras fronteras.

Como todo indica que las autoridades mexicanas harán todo lo necesario para impedir que el gobierno de Trump imponga aranceles a nuestras exportaciones, entonces el escenario más probable en los siguientes meses es el de presiones sociales crecientes en los estados del sur de la República, que gradualmente se podrían ir extendiéndose hacia otros puntos del país en donde recalen los migrantes.

Por esa razón, probablemente la migración, y especialmente la proveniente de Centroamérica, se convertirá en uno de los fenómenos sociales más importantes de la próxima década en nuestro país.

Así como la migración mexicana cambió ciudades completas en Estados Unidos, como Los Ángeles, Chicago o Nueva York, pudiera ocurrir lo mismo en México con algunos puntos de nuestra geografía.

Pero también existe el riesgo de que se estén gestando movimientos políticos que eventualmente tengan como uno de sus ejes el rechazo a la llegada de los migrantes, como ha ocurrido en otras partes del mundo.

No sería remoto que en el curso de los siguientes años sugiera un “Donald Trump” en México o grupos extremistas que exploten la xenofobia de quienes ven a los “fuereños” como personas que van a competir por los escasos recursos y trabajos que existen en el país.

Es muy temprano para saber el impacto que van a tener estos cambios en la vida nacional. Tampoco sabemos si la migración será solo de estos países del llamado “triángulo del norte” de Centroamérica o se sumará la llegada de nicaragüenses y cubanos, nacionalidades que hoy tienen menor presencia.

Igualmente, será diferente el entorno en el caso de que Donald Trump logre la reelección en su país o que llegue un candidato demócrata que suavice las restricciones a la migración. Pero, lo que será inevitable es que los migrantes se conviertan en una realidad creciente en la vida de México en los próximos años.

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