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Las Cosas Nuestras de Jorge

Hiram Peón Lara.

NOTICIAS FINANCIERAS

Las Cosas Nuestras de Jorge

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Hiram Peón Lara.Fuente: Cortesía

Recuerdo con mucho cariño que Jorge Villegas, para muchos periodistas El Maestro y para muchos otros El Lic., me comentó alguna vez que él antes de escribir componía en su mente todo lo que quería decir y así se podía pasar una hora o dos, en las cuales parecía que no hacía nada, pero si estaba haciendo. Estaba pensando. Después solo se sentaba y escribía.

Así era en todo lo que él escribía, bien podía ser un artículo, una nota, un discurso, un editorial o sus Cosas Nuestras.

A muchas generaciones de periodistas sirvió, impulsó y pulió, siempre con una sonrisa.

Pensar. Una de las tareas más difíciles de hacer. Una de las funciones del cerebro que olímpicamente nos brincamos.

Porque sabe Usted, la mayoría de las veces NO PENSAMOS, solo repetimos las tareas, los procesos, los hechos que nos salieron bien, repetimos ciclos de pensamiento usados antes y que los hemos repetido por miles de veces, CON TAL DE NO PENSAR.

Eso sí, lo hacemos a la velocidad del rayo, o sea, como dice Polo Polo, rapidísimo.

Nos toma una fracción de segundo empatar, hacer un match con algo que ya sabemos y lo modificamos en una o dos pequeñas cosas y lo damos como respuesta.

Observe Usted a las personas que le rodean y verá que todos responden a la velocidad del rayo, cualquier cosa. Nadie pregunta más, solo contestan y luego pasan a la discusión de los hechos que sustentan esa maravillosa idea que no tiene el menor soporte de pensamiento creativo

Pensar requiere esfuerzo, requiere tiempo, requiere desgaste de energía y la verdad somos flojos para pensar.

Porque pensar toma tiempo y no hay tiempo que perder. Estar en el escritorio sin hacer nada es un pecado corporativo que se paga con una llamada de atención.

Pero la vida es mucho más compleja que estar sin hacer nada, pensando. Sobre todo ahora que cualquier “teléfono celular de gama media” sin importar lo que eso signifique, permite jugar miles de juegos silenciosos de estrategia, simuladores de vuelo, batallas contra miles de tipos de zombis, o apilar objetos de distintas formas para ganar puntos. Todo eso son artilugios que adormecen el cerebro.

Si nuestra naturaleza nos llama a no pensar, las redes sociales y los juegos de los celulares, nos adormecen y nos convierten en un perfecto “Tartufo”, personaje de Moliere que representa el hipócrita falso del 1606 en Francia.

Nos convierte en lo más falso que puede existir. Un ser que no piensa y que cree que lo sabe todo. Claro, para eso tiene el internet en la pantalla de su celular.

Observe Usted cuantas ideas originales le comparten en el WhatsApp, o en el Facebook, o en cualquier otro medio. Nadie dice nada pensado, solo repiten lo que reciben, y así hasta que se van a dormir sus “pensantes” amigos y contactos.

Pensar requiere, ya lo dijimos, tiempo. Requiere esfuerzo y mucha energía, eso cansa mucho. Pero igual pensar es tomar una idea, no importa si es ajena y luego estirarla hasta lo absurdo y ponerla a prueba en entornos que no le son propios, solo para saber cómo se comportaría, y luego desecharla para quedarse con lo que se aprendió.

Pensar es obligar al cerebro a hacer nuevas conexiones que no existían antes. Edward DeBono, filósofo italiano del siglo pasado, o sea del siglo XX, exploró estos procesos del cerebro para inventarse caminos rutinarios que nos llevaran a nuevos lugares.

Escribió Seis Sombreros Para Pensar (editorial Viking, England 1986) se inventó la manera de obligar a las personas a pensar solo con una de sus intenciones. ¿Un ejemplo? Como no, encantado. Si usted ha estado en una situación en la que está evaluando comprar o rentar ¿me sigue? claro que hay herramientas financieras para evaluar proyectos así y se hace todos los días en las empresas y debería hacerse en el gobierno, pero no, ahí no. Como que el gobierno es un animal distinto.

Pero bueno, ya evaluamos el proyecto desde el punto de vista financiero, y se obliga a todos los participantes a “pensar” solo con el sombrero Rojo que solo permite usar las emociones. Así que ya no importa el costo del proyecto, solo importa cómo me hace sentir, hacer el proyecto o no hacerlo. Y sin ninguna justificación lógica o científica se critica el proyecto solo por las emociones que resultarán de aplicarlo.Eso es pensar.

El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM.

Opine usted: hirampeon@gmail.com

Twitter: @Hirampeon

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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