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Depresión, el mal de nuestro siglo

Hiram Peón Lara.

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Depresión, el mal de nuestro siglo

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Hiram Peón Lara.Fuente: Cortesía

Despierta a la seis de la mañana, se levanta y se le hace eterno el camino al baño, quizá hasta sienta un ligero mareo, como que se va de lado, pero no, es solo la sensación. Regresa a la cama y se tapa con más cobijas de tal suerte que aleja el frio matutino. Ese que entra por la ventana sin hacer mayor ruido.

Amanece y sabe que se tiene que levantar y abriendo los ojos la mente le asalta y solo siente la soledad, el hastío, la pereza. No hay una razón para levantarse. La mañana se ve gris y los demás caminan como zombis. Si toma el metro o el autobús o si tiene carro, todo parece pálido de un amarillo verdoso. Los asientos están llenos de personas, sin brillo en los ojos, ninguna sonrisa “la faz de Dios trocada en vil careta”.

Y por dentro un profundo vacío, una ausencia de aprecio por uno mismo y un constante dolor que derrota solo de a poco sentirse.

Así podría ser su despertar. Se encuentra en medio de una depresión y no lo sabe.

Los médicos lo saben, los sicólogos lo saben y no se diga los siquiatras. Pero poco pueden hacer.

Si la persona no reconoce que tiene un problema seguirá con su vida anodina, buscando una satisfacción pasajera cuando lo invitan a la “carnita” asada y entonces le da rienda suelta a la bebida mientras observa en silencio su partido de futbol.

A la vuelta de seis o siete cervezas, sus inhibiciones se relajan y llora o se ríe desaforadamente, cualquier pretexto es bueno, o se queda quieto y se hunde en el silencio evadiendo cualquier cosa que su mente le reclame.

Esos momentos superficiales y de fácil alegría ayudan a alejar el pesar y la soledad donde uno se encuentra.

Después, después viene la cruda realidad, el arrepentimiento de haber gastado o de haberse alejado de la familia. La causa es lo de menos, lo que cuenta es el dolor y el arrepentimiento.

Lo que cuenta es sentirse culpable de todo lo que le rodea.

Y así sigue la vida, sin propósito, sin un valor significativo, sin el sentimiento gratificante de sentirse vivo. En los adolescentes y jóvenes los vuelve proclives a la delincuencia, al pandillerismo o al desprecio hacia las autoridades y el desafío al estatus social

Los médicos opinan que es un problema multifactorial en donde todo cuenta. La alimentación desbalanceada, el abuso infantil, la mala relación familiar en los años tempranos, la frustración en el trabajo o en el matrimonio, la falta de una figura que inspire y motive. Son muchos los factores. Hasta el cumulo de pensamientos negativos puede provocar un desajuste químico que facilite la depresión.

Esto nos llama a ponerle más atención, como sociedad. En las empresas es menester enfocarse en contribuir con la comunidad para establecer lugares donde las personas puedan encontrar un espacio de libertad y seguridad. Ya sabemos que las empresas detectan rápidamente si una persona está afectada y vive en un estado depresivo, esto los descalifica para ser elegibles como empleados. ¿Es esto una forma de discriminación? No lo sé.

Los centros de salud, que hoy por hoy están carentes hasta de lo más indispensable, deberán trabajar en programas que ayuden a estas personas a salir de ese estado tan limitante.

Pienso que la familia es el ámbito donde más se le puede ayudar a las personas, primero tratando de que reconozcan que necesitan ayuda, después encontrando ayuda profesional; un médico un sicólogo o un siquiatra. Ellos pueden medir el daño y pueden canalizar o prescribir el tipo de ayuda que se le tiene que dar.

Lo principal es saber que no es un asunto voluntario, la persona no está así porque lo quiera. Está enferma. Y su enfermedad no se manifiesta físicamente, sino emocionalmente.

Observe y obsérvese. Como amanecimos hoy ¿Bien, con alegría, con ganas de vivir? Bueno adelante con su vida. Usted puede ser la diferencia en la vida de alguien más.

El autor es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM.

Opine usted: hirampeon@gmail.com Twitter: @Hirampeon

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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