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¿Parece demasiado obvia la idea que tiene entre manos? No la arroje a la basura

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¿Parece demasiado obvia la idea que tiene entre manos? No la arroje a la basura

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Aunque a menudo se convierte en una rémora a la hora de sacar adelante una idea, lo cierto es que la obviedad puede y debe formar parte del proceso creativo.

A menudo cuando presionamos el botón (en absoluto mágico) de la creatividad, las ideas que brotan a borbotones de nuestra cabeza nos provocan miedo. Y no tanto porque éstas sean intrínsecamente malas sino más bien porque resultan quizás demasiado obvias. Si una idea parece tan obvia, ¿no habrá germinado también en la cabeza de otra persona? Y si otro ha tenido idéntica idea, ¿no es una pérdida de tiempo y de energía sacarla adelante?

Puede que a bote pronto lo parezca, pero lo cierto es que la temida obviedad (esa que tiende a agarrarse como una garrapata a las ideas) es una parte absolutamente normal, e incluso importante, del proceso creativo.

Así lo sugiere al menos un reciente estudio de la Universidad de Minnesota del que se hace eco Harvard Business Review. Es informe argumenta que el reconocimiento de la obviedad que una idea porta en sus entrañas está involucrado en uno de los cinco estadios de la creatividad.

En tiempos de claridad y certeza nuestras resoluciones pueden parecer obvias y desconcertantemente simples, pero su aparente simpleza es consecuencia de la iluminación que hemos tenido a bien verter en todas y cada una sus partes.

Lejos de ser un escollo para seguir adelante con una idea, la obviedad es una cualidad sumamente deseable que da cuenta de su bondad (y que debería, por consiguiente, ser la excusa perfecta para acometer la idea que tenemos entre manos).

Las respuestas que parecen imantadas por la obviedad no son, no obstante, obvias para la mayor parte de la gente, y no lo son porque las preguntas de las que éstas brotan no son idénticas.

Puede que no lo parezca, pero las ideas acuden única y exclusivamente a las mentes de aquellas personas que se toman la molestia de reconocer un problema y de buscar soluciones innovadoras para solventarlos.

Ni el mismísimo Albert Einstein habría sido capaz de encontrar una solución si se hubiera aferrado al problema equivocado. Para hallar soluciones brillantes hay que pertrecharse de problemas propicios que alienten la producción de resultados originales y diferentes de las expectativas iniciales.

Dar con un gran problema requiere muchísima materia gris, especialmente cuando la solución parece obvia, concluye Forman.



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