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Ver, juzgar y actuar

José Salazar.

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Ver, juzgar y actuar

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José Salazar.Fuente: Cortesía

Joseph Cardijn, fundó en 1925 el grupo: Juventud Obrera Católica. El Padre Cardijn, proponía a los jóvenes miembros, el sistema de: ver, juzgar y actuar, como una guía de vida cristiana. Este sistema ha sido empleado en el seno de la Iglesia Católica, como instrumento para la elaboración de múltiples documentos encaminados a orientar al ser humano hacia una vida más plena. También ha sido criticado, modificado y aumentado; versiones recientes del mismo, llegan a contemplar tres pasos adicionales: evaluar, celebrar y adorar. Este último que implica estar permanentemente viendo el diario acontecer a través de la contemplación.

Ante los problemas personales y/o sociales, el sólo verlos, sin juzgar, ni actuar, difícilmente llevará a resolverlos. Por su parte, si se pasa directamente a la acción, sin el diagnóstico claro del problema, los esfuerzos podrían resultar también estériles.

En poco más de 22 años que llevo participando en estudios evaluativos de programas sociales, he observado que pocos cuentan con diagnósticos bien elaborados y, entonces, aunque sus otros procesos lucen adecuados y son bien llevados a cabo, su impacto social llega a ser muy pequeño o nulo. Estos programas podrían estar atendiendo problemas que no existen. Sorprende que algunos llevan décadas de existencia, pero difícilmente sus dirigentes y operadores tienen un común acuerdo sobre aquello que sería el problema que están atacando y el objetivo que persiguen.

Entre los tipos de evaluación contemplados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) se encuentra el de diagnóstico. Verifica la precisión con que se ha identificado el problema social a atender, la determinación y justificación del objetivo del programa, así como la identificación y caracterización de la población objetivo. Contempla incluso la revisión de los indicadores que servirán para monitorear el progreso del programa. Generalmente, se aplica a programas nuevos, pero, dado que las condiciones pueden cambiar, realizar diagnósticos periódicos considero sería indispensable.

Para la puesta en marcha de una parte importante de los programas sociales a cargo de entidades públicas se exige, entre otras cosas, un diagnóstico detallado y por escrito. En los programas sociales de empresas y organismos de la sociedad civil, el diagnóstico muchas veces sólo está en la mente de las personas que dirigen a estas instituciones. Poca documentación existe, plasmada en documentos formales, que refiera con algún grado mínimo de exactitud la problemática social que se ha identificado, el objetivo que el programa pretende seguir y el grupo específico al que se desea llegar. El registro y monitoreo de variables que ayuden a verificar el avance en la consecución del objetivo, en el mejor de los casos, se hace de manera informal y el seguimiento de beneficiarios que han pasado por el programa es prácticamente nulo. Hay mucha acción, miles de programas, pero poca reflexión, poca evidencia robusta de sus impactos y poco aprendizaje.

En los miles de programas sociales existentes, tanto públicos, como de empresas y sociedad civil, hay que asignar tiempo para afilar el hacha, dimensionar la problemática que se desea atender, focalizar a los grupos que se pretende beneficiar, verificar el modelo de atención y afinarlo o rediseñarlo en función de los nuevos escenarios.

Al frente de estos programas suele haber personas de gran talento y vocación social, que dirigen también a grupos de colaboradores y de voluntarios muy entregados. Pero si su acción no va encaminada a la solución de un problema real, teniendo como destinatarios a quienes realmente sufren alguna problemática, sus nobles esfuerzos quizá les dejarán una sensación de realización personal, pero su impacto social sobre algún grupo vulnerable quedaría en duda.

El cuidado de los recursos y la atención de la problemática social en México demandan una gran dosis de acción y de reflexión. Si usted forma parte de una empresa o asociación civil que lleve a cabo programas sociales promueva que estos tengan bien documentado el problema social, el objetivo, el modelo de atención, los indicadores de monitoreo y los mecanismos de evaluación periódica, que hagan más posible el logro de la mejora social deseada.

El autor es economista del Tecnológico de Monterrey, con Maestría en Economía y Doctorado en Ciencias Sociales de la UANL. Actualmente es Profesor Investigador del Departamento de Economía, Miembro del SNI, nivel 1

Opine usted: jsalazar@tec.mx

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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