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Otra noche estrellada

La Gala de Estrellas ‘Elisa y Amigos’ trae a México, de nueva cuenta, la experiencia renovadora de la gran danza.

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Otra noche estrellada

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Se necesita mucho para poder “comerse” un escenario de las dimensiones del Auditorio Nacional, un escenario poco idóneo para la danza, donde la figura humana luce siempre pequeña.

Este foro es una prueba de fuego, sin duda: para crecerse ahí hay que tener una personalidad, una fuerza escénica que pocos entre los muy buenos poseen.

En su debut allí, Elisa Carrillo revela ser uno de esos monstruos que se devora la escena: bocado a bocado se agiganta ante los ojos de 8 mil testigos, hasta que aquella inmensidad, el vacío, se llena con el acto: la potencia, desplegada, de un gran artista.

La Gala de Estrellas ‘Elisa y Amigos’ trae a México, de nueva cuenta, la experiencia renovadora de la gran danza.| Enrique Ortiz

La Gala de Estrellas ‘Elisa y Amigos’ trae a México, de nueva cuenta, la experiencia renovadora de la gran danza: 12 solistas estrella de los ballets más prestigiados del mundo y un total de 40 bailarines con el ensamble del Berlin Youth Ballet y la Compañía Nacional de Danza.

Un mosaico en el que los cuerpos hablan de amor, de deseo, de desamor y rabia, de desesperación frenética en la voz de Nina Simone; de la fragilidad y la muerte de un cisne cuya gracia está a punto de robarse el alma de la noche.

Y aunque la noche es de la queridísima -está en su tierra-, Elisa es una anfitriona generosa y alterna, a lo largo de dos horas y media, los números que van y vienen entre épocas y estilos, con aire suficiente para que se luzca lo mejor de cada artista, entre ellos otra mexicana: Katia Carranza, del Miami City Ballet.

La muestra da inicio con toda pompa: la corte imperial de Barbazul, en la coreografía de esa cumbre de la tradición decimonónica que marcó Marius Petipa, con Kristina Ketova, del Bolshoi y Julian MacKay, del Mikhailovsky.

Una Elisa en rojo se viste de erotismo al lado de otro monstruo, Marcelo Gomes, y música de Vivaldi; es Amorosa: el primero de los duetos que dan contraste al discurso que concatena fragmentos clásicos y contemporáneos, corales y solos.

La pareja de Timur Askerov y Krtistina Shapran, del Mariinski –quien más tarde logra uno de los momentos más sublimes con su interpretación del Cisne Blanco– es otra postal indeleble en la memoria, como el hito del coreógrafo Marco Goecke: una total abstracción visual, que con la versión en vivo de 'Sinnerman', de la Simone, pinta un un juego de líneas en blanco y negro, sombras y luces, que traen a la vida los jóvenes del Berlin Youth y Elisa Carrillo.

La selección despliega a la par otro discurso: el de la inclusión, esa que tanto cuesta -en particular a los latinos- en los teatros hegemónicos, pero ahí están: de Brasil, Marcelo Gomes en el Semperoper Dresden y Jovani Furlan, en el NYC Ballet; los cubanos Yolanda Correa, en el Staatsballett Berlin y Yoel Carreño, en el Nowergian National.

Iluminan el cartel Jovanu Furlan del NYC Ballet, el moldavo Dinu Tamazlacaru, del Staastballet Berlin, y el ruso Mikhail Kaniskin, compañero escénico de Elisa en el Staatsbalett y también de vida. Es la pareja la que cierra la velada con una escena clásica y dramática, de un rompimiento: el último acto de Onegin, con música de Tachaikovski y trazo de John Cranko.

Quien se lo perdió, se lo perdió. Pero aún hay oportunidad de reinventar el espíritu con esta maravilla: se presenta el jueves 4 de julio en el Auditorio Metropolitano de Puebla y el sábado 6 en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, dentro del festival Danzatlán.

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